lunes, 11 de junio de 2007

A cualquiera nos puede pasar

(Leído por ahí)

Estaba caminando en una calle poco iluminada una noche ya tarde, cuando escuché unos gritos que trataban de ser silenciados que venían de atrás de un grupo de arbustos. Me di cuenta de que lo que estaba escuchando eran los inconfundibles sonidos de una lucha: fuertes gruñidos, pelea desesperada y tela rasgándose. A solo unos metros de donde yo estaba parado, una mujer estaba siendo atacada.

¿Me debería involucrar? Yo estaba asustado por mi propia seguridad. ¿Y si me convertía en otra estadística? ¿No debería tan solo correr al teléfono más cercano y llamar a la Policía?
Los chillidos aumentaban poco a poco. Yo sabía que tenía que actuar rápido. ¿Debía alejarme de esto?. Finalmente me decidí. No podría darle la espalda a esta mujer, aún si esto significaba arriesgar mi propia vida. No soy un hombre valiente, ni soy atlético. No sé donde encontré el coraje moral y la fuerza física, pero una vez que había decidido finalmente ayudar a la chica, me volví extrañamente transformado. Corrí detrás de los arbustos y jalé al asaltante lejos de la mujer.

Forcejeando, caímos al piso, donde luchamos durante unos minutos, hasta que el atacante se puso en pie de un salto y escapó.

Jadeando fuertemente, me levanté con dificultad, y me acerqué a la chica, que estaba en cuclillas detrás de un árbol, sollozando. En la oscuridad, apenas pude ver su silueta, pero ciertamente pude percibirla temblando y en shock. No queriendo asustarla de nuevo, primero le hablé a distancia.

"Está bien", dije en tono tranquilizador, "el asaltante huyó, estás a salvo ahora".

Hubo una prolongada pausa, y finalmene escuché que la muchacha decía: -"¿Papi, eres tú?"

Y entonces, de atrás del árbol, salió caminando mi hija. (No sé si es una historia real, pero si sé que a cualquiera nos puede pasar).

No hay comentarios.: